Me enseño a
interpretar la belleza
del cielo, de acuerdo
a su corazón.
Era mi universo, mi
gran mundo,
era magnético, era
solo para mí.
En las noches
despejadas, se recostaba,
viendo hacia la
bóveda celestial de
atractivas luces, me
hablaba de
Galaxias, estrellas (Polaris, su preferida).
Un niño miraba y
escuchaba:
soñar a un hombre con
pasión por el cielo.
Época de los libros,
época de sueños.
Donde el infinito,
llamado “cielo
que
no es cielo ni azul”.
Trataba de
explicar lo que ¡yo no comprendía!
Tenía una forma muy
especial de
hablar; ¡donde aprendí a soñar, así!
De
su legado tengo mucho
y
demasiado perdí.
Después de incontables
lunas,
Comprendo su amor por
lo infinito.
Por lo tanto y poco
que conoció.
Una historia de la cual
forma parte hoy.
¡Mi
padre..mi amor!
Es
parte de este indefinido infinito!
Juan
Francisco Patzán Beteta