Cuando
acaricies
el
dorso de mi alma
y
tus labios se hundan
en
las vertientes de mis venas,
estaré
desnudo de recuerdos,
de
placeres y dolores
-inviolado-
como
el primer hombre
que
vio la luz primera.
Me
traerás
-ternura
intacta-
el
alba, el mediodía, el ocaso
¡la
noche primera, sedienta y sin límite!
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