Mi
ángel, mi todo, mi yo…
Tengo
el corazón desbordante
como
para poder decirte nada (…)
mi
único tesoro, mi todo, como
yo
para ti (…) Ah, Dios, tan cerca,
tan
lejos! Nuestro amor no es un
verdadero
edificio celestial, pero es
tan
sólido como la bóveda celeste (…)
Vivir,
solo puedo hacerlo contigo o con
nadie;
he decidido errar por los caminos
hasta
el día en que pueda volar a tus
brazos
(…); rodeado por ti podre
sumergir
mi alma en el reino de los
espíritus
(…) Jamás ninguna otra
podrá
poseer mi corazón, jamás, jamás.
Ámame
hoy, ayer, que doloroso anhelo
de
ti, de ti, de ti, mi vida, mi todo.
Adiós
¡ Oh, continúa amándome!
Nunca
juzgues mal al fiel corazón
de
tu amado L. Eternamente tuyo,
eternamente
mía, eternamente el uno
del
otro. L.
Ludwig
Van Beethoven.
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